Las bandas juveniles en la sociedad contemporánea: marginalidad y resistencia

Luca Giliberti, investigador independiente, publicó este artículo  sobre los grupos juveniles hijos de la marginalidad en los barrios de las periferias globales, reflexionando sobre el fenómeno en la época contemporánea.

En la Europa contemporánea, a partir de comienzos de la década de 2000, las bandas latinas se pueden considerar como síntomas y metáforas de la estigmatización de la inmigración pobre y la criminalización de ciertos colectivos de origen inmigrante, en particular los grupos juveniles en cuanto más vulnerables, en un contexto caracterizado por crecientes desigualdades sociales. Las inmigraciones forzadas y las deportaciones tienen un papel muy claro en la historia de las pandillas en América Latina.

En efecto, a partir de finales de los años ochenta las deportaciones de sujetos indeseables de EE.UU. propicia la creación de organizaciones –como por ejemplo las mara Salvatrucha en El Salvador, Guatemala y Honduras, o los Latin Kings y los Ñetas en Ecuador–, protagonizadas por jóvenes que pertenecían a los respectivos grupos en Los Ángeles, Chicago o New York (Brotherton y Barrios, 2004; Valenzuela, 2007). Es decir, estos grupos nacen básicamente en los EE.UU. por parte de inmigrantes latinoamericanos subproletarios –que se mueven entre las calles y las cárceles– y que a partir de los años sesenta empiezan a conformarse como grupos organizados con cierto bagaje identificativo, constituido por símbolos, rituales y textos sagrados.

Así pues, a partir de los años ochenta las deportaciones forzadas crean las condiciones para el nacimiento de las pandillas en los países de procedencia de sus miembros, que evidentemente se estructuran en formas distintas de sus homólogos de EE.UU., en relación al distinto universo social en donde empiezan a estar ubicadas. Veinte años después, a partir de la década de 2000, es otra vez el fenómeno migratorio a incidir en el proceso de transnacionalización de estos grupos, caracterizado por la llegada en las periferias metropolitanas de Europa –en particular en España, pero también en Italia o Bélgica–, en un contexto de estigmatización social generalizada hacia la inmigración latinoamericana pobre (Feixa, Porzio y Recio, 2006; Cannarella, Lagomarsino y Queirolo Palmas, 2007). Los clásicos estudios de Thrasher (1963) y Whyte (1943) sobre las bandas juveniles –realizados en el marco de la Escuela de Chicago– definen la gang como una formación cultural dinámica en un contexto de exclusión y de transformación social.

En esta visión el conflicto es un elemento crucial, pero el crimen se mantiene como una posibilidad, una contingencia que de ninguna forma satura la estructura y la organización cotidiana del grupo. De otra manera, en la definición de Eurogang1 –que es actualmente la más utilizada, además de situarse en sintonía con el discurso público no-académico sobre el tema (Kazyrytsky, 2008)– el crimen se estructura como elemento clave de la pertenencia. Así pues, la banda sería:

  • Un grupo juvenil, duradero, con orientación hacia la calle y otros espacios públicos y con una identidad grupal definida de forma primordial por la participación en actividades delictivas (Klein, Weerman y Thornberry, 2006: 418)

Unas series de otros autores contemporáneos definen esta visión como una mirada patologizante y criminalizadora sobre las bandas (Brotherton y Barrios, 2004; Cerbino y Barrios, 2008; Queirolo Palmas, 2009; Brotherton, 2010). Así pues, estos autores miran el fenómeno con otras lentes y para definir los grupos que ellos observan introducen el concepto de organización de la calle:

  • Un grupo conformado mayoritariamente por jóvenes y adultos pertenecientes a clases sociales marginalizadas, cuyo objetivo es ofrecer a sus miembros una identidad resistente, una oportunidad para ser reconocidos y empoderarse a nivel individual y colectivo, una voz para poder contestar y retar a la cultura dominante, un refugio de las tensiones y presiones de la vida de barrio o de gueto y un enclave espiritual donde poder generar y practicar rituales considerados sagrados (Brotherton y Barrios, 2004: 23).

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